10 oct 2010
Cumple 15 años la movilización de ex braceros que reclaman su parte de $5 billones
Nuestro dinero fue a dar a manos del demonio, el PRI y el PAN
Lo que Fox tiene de grandote lo tiene de mentiroso; Calderón salió peor, dice Hilario Martínez
Los ex braceros Román Olivares Hernández, Lucio Trujillo Cisneros e Hilario Martínez Cortés. Foto Sanjuana Martínez
Sanjuana Martínez
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 10 de octubre de 2010, p. 37
Nos desnudaban. Luego nos rociaban con insecticida. Decían que era para quitarnos los piojos y las plagas. Luego nos empinaban, dizque para ver si teníamos almorranas. Un gringo nos daba culatazos con los mosquetones mientras estábamos en la fila. Nomás por gusto soltaba chicotazos. Nos daban una polveada de punta a cola. Nos trataban como esclavos, narra Hilario Martínez Cortés, al recordar el sistema sanitario aplicado a los trabajadores mexicanos que iban a trabajar a Estados Unidos en los campos agrícolas hace 60 años, en el llamado Programa Bracero.
Acudieron casi 5 millones de trabajadores, a quienes el gobierno mexicano, por conducto de la administración estadunidense, les quitó 10 por ciento de su salario durante más de 20 años. Un dinero que supuestamente se convertiría en ahorro y les sería entregado al volver a México. La deuda, unos 5 billones de pesos, nunca fue pagada y hoy día los ex braceros siguen exigiendo lo que legítimamente les pertenece, mientras el gobierno de Felipe Calderón se niega a reconocer el adeudo histórico y les da largas para devolverles su dinero.
Han sido 15 años de lucha con pocos resultados. Los ex braceros dicen que no tienen nada que celebrar, pero el 29 de septiembre se conmemoró el Día Internacional del Bracero y, como cada semana, Hilario y otros 200 compañeros de lucha se han concentrado en la Plaza la Purísima de Monterrey para avanzar en los trámites de la demanda interpuesta contra el gobierno mexicano: “Es una injusticia lo que han hecho con nosotros. No tiene nombre. Ese dinero es sagrado. Desafortunadamente fue a dar a las manos del demonio: el gobierno del PRI y ahora del PAN. Ellos se lo han ido gastando malamente”, dice Hilario Martínez, de 79 años, a La Jornada.
Está sentado en una banca. La mañana es soleada. Apenas una ligera brisa llega desde la fuente. Hilario viste pantalón gris y camisa blanca. En sus manos se observan callosidades de años de trabajo. Cuenta que aprendió a trabajar la tierra a la edad de seis años en su natal General Cepeda, Coahuila. Su familia era aparcera y muy pobre. Por cada cuatro costales de cosecha temporal, uno era para el dueño de la tierra: “Sembraba maíz y frijol. [Andaba] descalzo. Éramos muy pobres: seis hombres y dos mujeres. Era el coyotito. Quedé huérfano con cuatro años, así que tuve que aprender en la labor. Me dejaron hacer la primaria, y aunque me dieron una beca para seguir estudiando, mi hermano se negó porque tenía que ayudar a la familia. Así fue como aprendí esto del campo. El dueño nos prestaba la tierra a la cuarta”.
Separaba la semilla de maíz macho y hembra. El macho era la mejor y aguantaba un año almacenada. Aprendió a usar el azadón, el machete, la rozadera, la escrepa, el alfanje y los arados de timón. Trabajar la tierra implica sacrificio y de eso sabe mucho Hilario: “Si llovía había, si no, hambre”.
A los 14 años, su hermano mayor le dio a elegir: “Quieres la fragua o la sastrería”. Hilario analizó las opciones. Recordó en ese momento “los chispazos de lumbre” que saltaban al golpear los fierros. Y fue testigo de cómo el forjador de metales a pesar del perchero andaba siempre quemado en distintas partes del cuerpo: “Pos elegí la sastrería. Me enseñó Raúl a cambio de estar trabajando con él un año sin paga. Allí empecé planchando, poniendo botones y luego terminé haciendo tres pantalones al día. Un peso por pantalón”.
Recorrió distintas ciudades del norte de la República como pantalonero. No le faltaba. Trabajaba por temporadas y luego volvía a su casa, donde lo esperaba su esposa y sus tres hijos. Un día, sus vecinos lo nombraron secretario general de no asalariados de la CNOP. Y en 1955 le llegó la oferta de irse a trabajar como bracero: “Nos pagaban 50 centavos la hora. Andábamos empinados de sol a sol. Nos enderezábamos sólo para pesar. Algunos iban y se dormían con zapatos de lo cansado que acababan. Nos ponían a 300, 500 u 800 trabajadores en galeras de lámina con camas de costales en el suelo. Muy duro”.
De 1955 a 1964 fue 12 veces a trabajar en los campos de Estados Unidos. Recorrió la franja del río Bravo del lado texano: Hidalgo, Dona, Álamo y La Mesa. Luego fue a San Luis Misuri; Denver, Colorado, y Modesto, California. Pizcó algodón, uva, alcachofa, pepino: “Había que trabajar muy duro para ganarse la tortilla. ¿Qué saben los funcionarios de trabajar? Son unos abusones, miserables, mezquinos. Otras personas ya se hubieran quitado el sombrero, la guaripa o el rebozo frente a nosotros. Estos del gobierno son un atajo de sinvergüenzas. ¿Cómo es posible que aún no sean capaces de regresarnos lo que es de nosotros? Nos robaron. Y nos fuimos con la finta creyendo que con Vicente Fox sería distinto. Pero lo que tiene de grandote lo tiene de mentiroso. Y Calderón salió peor. Desde que tengo luz de conocimiento no he visto un candidato que vaya al poder sin que no prometa sacar a la gente de su pobreza. Veo con tristeza y amargura al cumplir 80 años que mi país está más hundido. ¿Dónde está la ayuda? ¿Dónde el progreso? ¿Dónde el apoyo para salir de pobres? Los pobres seguimos siendo pobres y somos los más arruinados”.
Sin papeles
El año pasado el gobierno decretó pagar 38 mil pesos a los ex braceros en entregas de 4 mil pesos durante 10 años. Pero la mayoría de los trabajadores migratorios de esa época son ancianos y algunos han fallecido. La decisión no gustó nada. La lucha ha continuado. El pasado 10 de septiembre finalmente la Cámara de Diputados aprobó reformas a la Ley del Fideicomiso de Apoyo Social para ex Trabajadores Migratorios Mexicanos para que el gobierno federal les liquide su dinero en un solo pago.
Lucio Trujillo Cisneros de 73 años dice no haber recibido ni los primeros 4 mil pesos por carecer de documentación como muchos otros: “Me robaron todos los papeles en Michoacán”, comenta sentado en la oficina donde el representante legal y activista social Ignacio Zapata atiende el asunto de los ex braceros. “Di los datos para que me den lo mío. Sufrí un infarto, luego me quiso dar una embolia. Y ya no pude seguir con los trámites. Ando con bastón, pero, en cuanto puedo levantarme, aquí estoy.”
Nacido en San Pedro de las Colonias, Coahuila, recuerda que fue cuatro veces a trabajar al vecino país. De 1959 a 1963: “Dormíamos en una barraca 3 mil trabajadores. Había 110 estufas para cocinar. No se podía dormir. Además los más largos nos robaban el mandado. Y un grupo de 30 le hablamos al troquero para que nos sacara. Nos llevó a un canalón. Y había mucho zancudo. Duramos ocho días a la intemperie. Le hablamos al troquero para que mejor nos devolviera. Le estábamos dando de comer a los zancudos, nosotros mal comidos con hambre, y trabajados. ¿Qué nos van a dejar? Luego nos llevó a un ranchito abandonado con agua y luz. Fue muy diferente, aunque igual de duro”.
A Lucio, padre de siete hijos, se le quedó grabada la forma en que los recibieron: “Nos dejaban embozados pero desnudos para rociarnos insecticida. Iba uno con miedo. Había mirones, pero mejor no los veía”. Cuenta que trabajaban 12 horas, incluso más, y aprovechaban la pizca de sol a sol: “Trabajábamos demasiado. ¿Que si había diversión? Pues eso siempre había, con o sin dinero. Ya se imaginará. Íbamos de gira artística adonde había más bullicio. Con muchachas. Soy hombre ¿verdad? Aunque tengo que decir que el tiempo que estuve allá nunca me metí con una mujer. Le fui fiel a mi esposa. Cuando menos en ese tiempo. Es que allá las mujeres son diferentes a las nuestras. Ellas luego luego te echan la ley… mejor no”.
Cuando ya no pasó “para el otro lado” don Luis dice que se dedicó a la agricultura. Hace 20 años que llegó a Monterrey y consiguió un trabajo de velador y actualmente recibe una pensión: “Tengo una pensión de 2 mil pesos. Pago 300 de gas, 400 de teléfono, 200 de agua y otro tanto de luz. Eso no da ni para comer”.
Aliens mexicanos
Román Olivares Hernández tenía 23 años cuando se sumó al Programa Bracero. Era 5 de mayo de 1958. Muestra su mica que lo acredita: “Alien Laborer’s Identification”. Recuerda cómo a él y a otros los llevaron en tren de carga hasta Parras, Coahuila. Sacaba 150 dólares a la semana, pero encontró otra actividad: “Lavaba la ropa de mis compañeros; a dólar la prenda. Y así sacaba otros 100 dólares. Lo ahorré todo durante nueve meses. Luego volví a Monterrey y me compré mi terrenito. Es la casa donde ahora vivo”.
Al volver, estudió técnico electricista; se casó a los 30 años y tiene ocho hijos y siete nietos. Sus manos, arrugadas y visiblemente maltratadas, muestran a sus 75 años a un hombre que ha trabajado intensamente: “Empezábamos en la madrugada y hasta la seis de la tarde. Andábamos agachados quitando la hierba alrededor del pepino. Ahorraba todo. Había algunos jugando a la baraja y a los dados. Yo no. Iba a lo que iba. Dormíamos 300 en la misma barraca. Ganábamos bien y nos quitaban ese 10 por ciento”.
Indignado por “el robo” que sufrieron Román advierte que no desistirá en su cometido de recuperar lo que le corresponde: “El dinero lo mandaron y el gobierno del PRI se lo robó. Ese tal Miguel Alemán. Creían que no íbamos a reclamar. Claro que sí. Nos vamos a conformar. ¿Cómo nos van a pagar en abonos? Eso está mal. Nos tienen que pagar. ¿Que no hay dinero? ¡Cómo chingaos no! ¡Sí, señor! Nos tienen que dar lo nuestro”.
El representante legal Ignacio Zapata, de la Coordinadora Nacional para la Defensa de los ex Braceros, estuvo estos días en el Congreso de la Unión en la votación que determinó el pago total a estos trabajadores. Comenta que hay 172 mil personas inscritas. Y les pagarán en abril de 2011 y lograron que se abriera otra inscripción. En 2006 llegaron 40 mil y en 2009 fueron 170 mil y esperan que el próximo año lo hagan otros 50 mil: “De los más de 4 millones que eran ahorita hemos logrado 220 mil personas que reciban los 38 mil pesos. Pero vamos a intentar 250 mil”.
Los ex braceros y sus dirigentes temen que el gobierno esta vez tampoco cumpla, porque dependerá de los fondos que apruebe el Congreso. El fideicomiso número 2106 tiene 300 millones de pesos: “Esperamos que en 2011 aprueben 700 o mil millones [...]. Aunque sus viudas e hijos pueden reclamar el dinero, el papeleo es difícil que lo puedan cumplir”.
Zapata es ejemplo del activista comprometido con los más desfavorecidos. Lleva ocho años luchando por el reconocimiento de los derechos de los ex braceros y considera que a cada uno le deberían haber pagado según cálculos un millón 200 mil pesos: “Han recibido un trato injusto. Debieron recibir su dinero en 1964. Y siguen esperando después de 46 años. Lamentablemente muchos han fallecido sin recibir los 38 mil pesos. Una limosna, como ellos la han denominado”.
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