Migración a la baja

La Jornada

Jorge Durand

La migración indocumentada en Estados Unidos llegó a su punto más alto en 2007, cuando el Pew Hispanic estimó el total de mexicanos irregulares en 7 millones. Y luego, por tres años seguidos ha ido bajando a 6.8 millones en 2008, 6.7 en 2009 y 6.5 en 2010. Esta tendencia coincidió con la crisis financiera y en un comienzo se interpretó como una consecuencia directa. Sin embargo, en migración siempre hay que considerar múltiples factores.

El tema ha salido del ámbito académico a partir del reportaje de Damien Cave publicado el domingo pasado en The New York Times. En el artículo se hace referencia a un conjunto de factores sociales, económicos, políticos y demográficos que explican esta tendencia a la baja. También se hace una referencia directa al trabajo del Mexican Migration Project (MMP) que llevan a cabo las universidades de Princeton y Guadalajara desde hace ya 25 años y que de manera sistemática ha monitoreado, año tras año, el flujo migratorio (http://mmp.opr.princeton.edu/).

En las encuestas del MMP realizadas en 2010 en Guanajuato y San Luis Potosí, dos estados de amplia y añeja tradición migratoria, se constató, por primera vez en 25 años, que ningún migrante había realizado su primer viaje el año 2009. Es decir, el flujo de salida se había detenido. Por eso se dice que es equivalente a cero, en lo que respecta a esas comunidades.

Esta dinámica puede uno constatarla personalmente en muchos otros casos. Como en Epenche Chico, Jalisco, donde los pobladores reportan que ya nadie ha podido pasar la frontera. Incluso los deportados, que conocen los vericuetos y las diferentes modalidades para cruzar, se han tenido que regresar. Pero al mismo tiempo reportan que los que han podido ir a Estados Unidos lo han hecho con visas H2A y H2B, para el trabajo agrícola y los servicios.

En otros términos, la migración indocumentada ha bajado, pero ha crecido notablemente la migración legal. Lo que pone en evidencia un cambio de actitud y de política migratoria en Estados Unidos. En el año 2004, por ejemplo, se concedieron 109 mil visas H2, para trabajadores temporales, y en 2009, en plena crisis, se otorgaron 206 mil 144. Un incremento de 100 por ciento, que no responde a causas económicas, sino políticas. En efecto, este cambio también se puede apreciar en el índice de accesibilidad a visas, que en 1999 era de 0.024 y en 2009 de 0.173.

Así de simple, una primera explicación de por qué baja la migración irregular es porque la migración legal se ha incrementado. En 1999 se admitió a 86 mil mexicanos con contrato laboral, con varios tipos de visa, y 10 años después, en 2009, se admitió a 301 mil 558.

Otro elemento a tomarse en cuenta son las deportaciones, que en el año 2009 sumaron 973 mil, de las cuales técnicamente fueron deportados 393 mil y retornados 580 mil. Lo que se ha incrementado son las deportaciones formales (removals), muchas de migrantes con problemas legales. Pero el cambio fundamental se ha dado entre los migrantes deportados, que por lo general no regresan a Estados Unidos porque se pueden enfrentar a la cárcel y a medidas coercitivas severas. Eso de que hoy me deportan y mañana me vuelvo a cruzar es un asunto del pasado.

Las medidas disuasivas emprendidas de manera explícita por Estados Unidos contemplaban incrementar los costos y los riesgos del cruce fronterizo. Y lo lograron. Ahora cuesta 60 mil pesos cruzar la frontera y eso equivale a mil días de salario mínimo, por lo que quedan descartados de la aventura migratoria todos aquellos que ganan el minisalario mexicano de 59 pesos diarios. Incluso aquellos que ganan dos, tres o cuatro salarios mínimos. El cálculo de costo-beneficio ya no sale a cuenta.

También se ha cerrado la fuente de financiamiento. Anteriormente eran los migrantes los que financiaban el cruce subrepticio, los que pagaban al coyote e incluso el viaje del pariente. Pero con la crisis esa remesa, a la que llamamos sistémica, porque mantenía al sistema migratorio en movimiento, se redujo sensiblemente. Ahora el migrante en Estados Unidos tiene que velar por sí mismo, tiene menos horas de trabajo y necesita cuidar sus recursos. Ya no se puede financiar la aventura migratoria del hijo, del hermano, del ahijado, si el mismo migrante está en una situación precaria.

El riesgo es aún mayor porque ya no se trata sólo de cruzar la frontera, ahora hay que llegar sano y salvo a la frontera. Y el riesgo de que los migrantes puedan ser extorsionados por las mafias, coyotes y delincuentes se ha incrementado exponencialmente. Ahora, llevar un teléfono o una dirección de un pariente radicado en Estados Unidos pone en peligro al migrante y a su familia.

Finalmente, hay dos factores estructurales que hay que tomar en cuenta para que baje la migración: un decremento significativo de la tasa de natalidad y un crecimiento económico sostenido. Estos dos factores son claves y afectan de manera directa al flujo migratorio.

En términos demográficos México ya no es el mismo. Se ha pasado de una familia promedio de siete hijos en 1970 a una de dos en 2010. Para las familias numerosas la salida migratoria era la fórmula perfecta. La presión demográfica que tenía su válvula de escape en la migración internacional ha cambiado sustancialmente. Todavía tenemos un remanente de bono demográfico, pero la presión es totalmente diferente.

El siguiente factor estructural es el crecimiento económico, que tiene que operar de manera simultánea con la baja de la natalidad. En la última década México ha crecido a un ritmo mínimo, mientras otros países de América Latina han crecido dos o tres veces más. Han mejorado las condiciones generales en México, pero no al ritmo que se esperaba. No se puede considerar que esta variable haya jugado un papel fundamental en la tendencia general a la baja del fenómeno migratorio indocumentado.

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